Con este nuevo e innovador concepto de la frase “el amor es ciego”, Raibow Rowell nos enamora a nosotros con la maravillosa historia de Jeniffer y Franklin, dos desconocidos, compañeros de trabajo y que caerán en los brazos del otro sin haber intercambiado nunca más de dos palabras.
A pesar de que el argumento tenga toda la pinta de una novela romántica barata, la profundidad de cada uno de los personajes y la profunda e intrincada complicación de su historia de amor, hace que nos enganchemos al libro como si nuestra vida dependiera de ello.
Ella es una periodista alocada con un novio rockero como ancla; él un pobre y triste informático que vive con su madre y sin un camino que seguir. Cada uno por separado, y al mismo tiempo, unidos por unos mensajes privados que Franklin tiene que leer como parte de su trabajo.
No os dejéis llevar por las apariencias, porque precisamente el libro trata de eso. Puede que las situaciones de ambos personajes suenen a cliché, pero al final son mucho más que eso. La autora los dota de tal profundidad que si no vais con cuidado os podéis ahogar en el libro.
La incertidumbre de lo que está bien o mal, el futuro y una docena de sentimientos contradictorios se hacen un hueco en este libro para hacernos sufrir como no habíamos hecho desde Eleanor y Park.
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